Ejercito las palabras y las sílabas
buscando un desprendimiento de calor.
Voy a las esquinas de la prosodia
y miro desde allí comillas y asteriscos.
Quiero entrar dentro de la prosa
y construir la estructura del verso.
Pero las frases me lanzan de la mesa
y comienzan a girar circularmente.
La escritura a si mismo se inventa.
La escritura arde y se deletrea.
Mis ojos ven constelaciones de verbos
que se conjugan en nichos inmediatos.
Delante de mí se forma y nace el texto
y se levanta con soltura encantadora.
Enseguida lo firmo y me lo apropio
lleno de incertidumbre y de amoralidad.
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