separan tus cabellos encrespados y límpidos
en una tarde hambrienta de plantar desazones
para ponerte ideas que te hablen y disuadan
y evitar que te vuelvas, tormenta y sol airoso
y caigas como lluvia sobre los huesos míos.
Resucitando en mí esa sed que fue agónica
de amores subrepticios y centelleos románticos,
cuando era mi cuerpo pulpa de plenilunios
y la vida trepaba por mis hombros y sombras
Sobre mí venía entonces el fuego momentaneo
que sostiene los fémures y las fuerzas encima
de unos pies que venían investidos de carne
marchando hacia un destino de amores encendidos
mirando marchitase mil mariposas álgidas
quemadas sobre pechos que no eran contenciosos
mostrándose a la vida que allí recomenzaba.
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