para las manos que tiene el peregrino
en las que lleva huellas de espantosos caminos.
Paz para los hombres que empuñan el arado
mientras trillan el surco por siempre trajinado.
Paz para los que muestran caída la mirada
y sus bolsillos llevan un agujero yerto
pues la miseria misma les desgarró los ojos
y cargó de dolores su espalda, sin remedios.
Paz para aquellos campos en que el labriego sueña
impregnar con olores de preciosas gardenias
y paz para los surcos por siempre ensangrentados
donde la guerra siembra sus puñados de muertos.
Paz para todo aquel que por su pan trabaja
y paz para el que descansa severo en su mortaja.
Y paz para aquellos niños de apariencia andrajosa
alejados, por siempre, del olor de la rosa.Que el fin de las batallas se presagie, sereno,
y que todas las flores nos den su aire ameno.
Que sea desenterrada de todos la perfidia
y desterrada lejos las armas y la envidia!
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