Los tiempos
de los hombres
los dioses, desconocen:
Antes que la palabra fuera una llama escrita
y que la memoria fuese puesta en tela de juicio:
Éranse las ideas apenas descarnadas;
los adioses: lejanos, de tiempos primitivos.
Todo era germinal y, a veces instantáneo:
Existían las cosas envueltas en preludios:
Nada era la razón que da la antonomasía:
No éramos ni segundos, ni instantes variables:
brumas, vahos formidables: el desconocimiento.
No se hablaba de lumbre, tampoco de quimeras.
Relegados al mismo jardín de lo fantásticos
jugábamos a la guerra de no desvanecernos.
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